Tenía 12 años la primera vez que escuché algo de Sonic Youth. Fue en 1994, gracias a una cinta de cassette grabada por una compañera de clase de mi hermana, que seguramente había estado pegada a la radio con un dedo en el botón de PLAY y otro en el de REC, esperando a que sonase algo interesante y digno de ser registrado para ser oído más adelante.
Recuerdo que la canción en cuestión era Bull in the Heather, de su por aquel entonces último disco titulado Experimental Jet Set, Trash, and No Star. No fueron necesarios más de cinco segundos para que el adolescente que era yo quedase absolutamente prendado de la sonoridad de todo aquello. No entendía una palabra de inglés, pero me daba igual; me resultaba sensual, oscuro, atrevido y diferente a todo lo que había oído hasta entonces.
Mi hermano mayor, al que le debo muchas de las cosas que ahora sé, se percató rápidamente del asunto, y para mi 13º cumpleaños me regaló "Dirty". Desde entonces podría decir que Sonic Youth es, en cierto modo, mi banda favorita, o al menos aquella a la que siempre he vuelto una y otra vez, y de la que nunca me he cansado, ni me cansaré.
A mis 18 años, llegaría el otro gran descubrimiento de este grupo, que es el disco que da título a esta entrada de nuestro blog, Evol. Es un disco oscuro, pero a la vez lleno de luz. Cada vez que lo escucho, hay múltiples sensaciones dentro mí. Es un ejemplo vivo y claro de porqué la música no debe ser siempre inmediata y sencilla; lo maravilloso de la música de Sonic Youth es que admite todo tipo de interpretaciones desde un punto de vista emocional. Es difícil de explicar, pero hay algo en este disco que llega mucho más adentro de mí que la mayoría de la música que suelo escuchar. No son sólo las letras, las melodías, o los ritmos, es sobre todo la sonoridad.
Ay, la sonoridad... Podría escribir parrafadas inmensas sobre el enorme poder que tiene la sonoridad de la música sobre el oyente.
Casi toda la música pop y rock actual se centra especialmente en las melodías, las letras y los ritmos, y dejan que los mismos clichés y fórmulas de siempre se hagan cargo de "cumplir" en el apartado de la sonoridad. No siento que haya mucha experimentación ni investigación al respecto, ni una búsqueda de una sonoridad especial y distintiva. Es como si dejasen de lado la parte subconsciente y se preocupasen sólo de enfatizar lo que es fácil de hacer llegar a los demás, lo que cualquiera, en cualquier momento de su vida, podría entender. Tremendo error, en mi opinión.
La buena música requiere tiempo, atención y cariño por parte del oyente. No siempre los mensajes son fáciles de hacer llegar, ni siempre el mensaje es el mismo. Dejar algunas cosas abiertas a una posible interpretación implica un compromiso infinitamente mayor entre la música y su oyente. Los lazos de este compromiso son mucho más duraderos, y sus raíces hondas.
La música "masticada" suele entrar más fácilmente en una primera escucha, y generalmente cumple una función clara. Su mensaje es conciso; ejemplos de ello serían:
- "ésta es una canción triste"
- "ésta es una canción desenfadada"
- "ésta es una canción para gente enamorada"
- "ésta es una canción para bailar en los bares"
Entiendo la funcionalidad de todo esto, aunque por mi parte suelo sentir algo así como si me dijeran "eres tonto y por eso te lo ponemos tan fácil" cada vez que cosas así me llegan a mis oídos.
Sonic Youth nunca fue un grupo fácil, requiere un alto compromiso por parte del oyente, e incluso con todo ello, no conectará con todo el mundo (a pesar de que llenen festivales, creo que ello se debe en su mayoría a su condición de grupo de culto; siempre he tenido la impresión de que buena parte de la gente que se acerca a verles no conoce a fondo ni uno solo de sus discos). Conmigo conectaron, desde el primer minuto, y siempre me he sentido algo así como afortunado de poder disfrutar de un grupo con una carrera tan extensa, y que a día de hoy siguen en activo, y haciendo verdaderos discazos. ¿El secreto de seguir haciendo buenos discos tras 30 de años carrera? Probablemente, hacer única y exclusivamente lo que les apetece.
Recuerdo que la canción en cuestión era Bull in the Heather, de su por aquel entonces último disco titulado Experimental Jet Set, Trash, and No Star. No fueron necesarios más de cinco segundos para que el adolescente que era yo quedase absolutamente prendado de la sonoridad de todo aquello. No entendía una palabra de inglés, pero me daba igual; me resultaba sensual, oscuro, atrevido y diferente a todo lo que había oído hasta entonces.
Mi hermano mayor, al que le debo muchas de las cosas que ahora sé, se percató rápidamente del asunto, y para mi 13º cumpleaños me regaló "Dirty". Desde entonces podría decir que Sonic Youth es, en cierto modo, mi banda favorita, o al menos aquella a la que siempre he vuelto una y otra vez, y de la que nunca me he cansado, ni me cansaré.
A mis 18 años, llegaría el otro gran descubrimiento de este grupo, que es el disco que da título a esta entrada de nuestro blog, Evol. Es un disco oscuro, pero a la vez lleno de luz. Cada vez que lo escucho, hay múltiples sensaciones dentro mí. Es un ejemplo vivo y claro de porqué la música no debe ser siempre inmediata y sencilla; lo maravilloso de la música de Sonic Youth es que admite todo tipo de interpretaciones desde un punto de vista emocional. Es difícil de explicar, pero hay algo en este disco que llega mucho más adentro de mí que la mayoría de la música que suelo escuchar. No son sólo las letras, las melodías, o los ritmos, es sobre todo la sonoridad.
Ay, la sonoridad... Podría escribir parrafadas inmensas sobre el enorme poder que tiene la sonoridad de la música sobre el oyente.
Casi toda la música pop y rock actual se centra especialmente en las melodías, las letras y los ritmos, y dejan que los mismos clichés y fórmulas de siempre se hagan cargo de "cumplir" en el apartado de la sonoridad. No siento que haya mucha experimentación ni investigación al respecto, ni una búsqueda de una sonoridad especial y distintiva. Es como si dejasen de lado la parte subconsciente y se preocupasen sólo de enfatizar lo que es fácil de hacer llegar a los demás, lo que cualquiera, en cualquier momento de su vida, podría entender. Tremendo error, en mi opinión.
La buena música requiere tiempo, atención y cariño por parte del oyente. No siempre los mensajes son fáciles de hacer llegar, ni siempre el mensaje es el mismo. Dejar algunas cosas abiertas a una posible interpretación implica un compromiso infinitamente mayor entre la música y su oyente. Los lazos de este compromiso son mucho más duraderos, y sus raíces hondas.
La música "masticada" suele entrar más fácilmente en una primera escucha, y generalmente cumple una función clara. Su mensaje es conciso; ejemplos de ello serían:
- "ésta es una canción triste"
- "ésta es una canción desenfadada"
- "ésta es una canción para gente enamorada"
- "ésta es una canción para bailar en los bares"
Entiendo la funcionalidad de todo esto, aunque por mi parte suelo sentir algo así como si me dijeran "eres tonto y por eso te lo ponemos tan fácil" cada vez que cosas así me llegan a mis oídos.
Sonic Youth nunca fue un grupo fácil, requiere un alto compromiso por parte del oyente, e incluso con todo ello, no conectará con todo el mundo (a pesar de que llenen festivales, creo que ello se debe en su mayoría a su condición de grupo de culto; siempre he tenido la impresión de que buena parte de la gente que se acerca a verles no conoce a fondo ni uno solo de sus discos). Conmigo conectaron, desde el primer minuto, y siempre me he sentido algo así como afortunado de poder disfrutar de un grupo con una carrera tan extensa, y que a día de hoy siguen en activo, y haciendo verdaderos discazos. ¿El secreto de seguir haciendo buenos discos tras 30 de años carrera? Probablemente, hacer única y exclusivamente lo que les apetece.
2 comentarios:
En 1994 yo pasaba el verano trabajando en el negocio familiar, y por las noches ponía música en el "Delta", uno de los pocos bares soportables en la pequeña ciudad en que viví hasta los 17.
Mi rompepistas particular era "Screaming Skull", también de "Experimental...". Siempre me sorprendió ver cómo un público tan dispar botaba de forma tan unánime con esa canción. Sin duda la primera escucha de Sonic Youth no es fácil para todos, pero tienen ese elemento excepcional que muy pocos tienen, y que si te agarra no hay escapatoria.
A mí me atraparon en el ´92, con "Dirty", como a tantos de mi generación. Todavía hoy soy incapaz de escuchar "Theresa´s Sound-World" sin sentir un escalofrío cuando revienta ese torbellino de guitarras, y de pronto vuelve la calma...
El caso es que enseguida echamos la vista atrás: ¿Quiénes son estos tipos, tienen más discos? Y entonces aparecieron en nuestras vidas "Goo", "Daydream Nation", "Sister" y por supuesto, "EVOL". Uff, aquello nos marcó a muchos, y cambió nuestra forma de entender la música para siempre.
¿¿Un disco como EVOL en el ´86?? Sin contar los éxitos megacomerciales como las Bangles o Jennifer Rush, y dejando aparte a Mecano con "Cruz de Navajas" y a Radio Futura con "Semilla Negra", lo que sonaba en mi pueblo en el ´86 era "Money for Nothing" de Dire Straits, "Don´t Stand So Close To Me" del recopilatorio de The Police, "Close To Me" de The Cure, o "A Kind of Magic" de Queen. Y eso era lo más cool. Imaginad el grado de shock al descubrir que en el 86 se hizo un disco como "EVOL". Cómo no te va a cambiar la vida...
Por mucho que lo intento, no logro imaginarme qué camino recorrería la música de Sonic Youth hasta llegar a mi radiocasette, pero menos mal que suceden esas cosas, ¿no?
Algún día tenéis que explicar la relación/influencia con Polly Jean Harvey que yo al menos encuentro en vuestro último disco en casi cada canción, un saludo y nos vemos en León.
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