Hace varios años descubrí a Stephen Malkmus, gracias al segundo de sus álbumes en solitario hasta la fecha:
Desde el primer acorde, supe que éste iba a a a ser uno de los grandes discos de mi vida. Y así ha sido, puesto que desde entonces, allá por el año 2002, no he dejado de escucharlo al menos una vez al mes. Se lo he pasado a varios músicos amigos míos, lo he puesto en las furgonetas de todas las giras en las que he estado presente, y es un disco que nunca dejaré de recomendar a cualquiera que se me acerque.
A pesar de considerarse dentro de la serie de álbumes en solitario de Stephen Malkmus, Pig Lib es un disco de banda; hay cantidad de pasajes instrumentales, y mucha expresividad en su interpretación. Además, algo que me encanta, es lo minimalista que es, y el buen gusto con el que está tocado y producido. En él, los momentos de bella sencillez (como “Ramp of Death”) y los momentos épicos que a uno le hacen saltar del asiento (como en “1% of one”) conviven de manera natural.
A día de hoy, me gustan todos y cada de uno de los álbumes de Pavement (la banda de Stephen Malkmus entre los años 1989 y 1999), así como los de Stephen Malkmus en solitario. Creo, sencillamente, que este señor es un genio. El hecho de que no haya entrado en el circuito del mainstream es simplemente porque él no hace canciones para radios: hace buena música, sin concesiones. No le preocupa que las canciones sean “redondas”. Pig Lib es un genial ejemplo de canciones hermosas que no utilizan las típicas fórmulas de estrofa-estribillo-estrofa-estribillo-puente-estribillodoble-fadeout. Es perfectamente aceptable que haya gente que no llegue a entender esto, y lo respeto. Pero lo que no respeto es que esas personas se hagan llamar “críticos musicales”, y se les suponga ducho en estos menesteres.
Creo que uno de los mayores enfados de mi vida lo cogí tras leer una crítica de Pig Lib en internet, donde cierto señor “crítico musical” decía que Stephen Malkmus había perdido toda capacidad de hacer canciones “redondas”, y por ello trataba de llenar su vacío de inspiración con interminables pasajes musicales que no conducían a ninguna parte. Sin embargo, es muy probable que lo que le aburriese a este señor es que dichos pasajes instrumentales no condujesen al archiconocido estribillo doble que precede al fade out con el que termina el tema, dejando así su duración total en 3 minutos 15 segundos, que es perfecto para su radiación en medios. Y es que, a veces, las miras de estos señores “críticos” son especialmente estrechas.
Personalmente, soy de la opinión de que una crítica musical sólo debería hacerse si se sabe de lo que se está hablando, y se entiende el género que se critica, así como la intención de sus autores. La intención de Stephen Malkmus no era la de hacer canciones redondas cuando se puso a grabar temas de más de nueve minutos como “1% of One”, y obviamente no introdujo tamaños pasajes instrumentales simplemente porque no se le ocurriese nada mejor con lo que rellenar el hueco que quedaba entre estrofa y estrofa. Sin embargo, la visión harto limitada del susodicho señor “crítico musical” pasó este detalle por alto, y no estando satisfecho con ello, tuvo que publicarlo en internet para que alguien como yo lo leyera y se sintiera profundamente indignado. Juro que en ese momento, hubiera apuntado su dirección y me hubiese presentado en su casa sólo para darle una colleja.
Es de saber popular que muchos de los críticos musicales son músicos frustrados, personas que les hubiera gustado subirse a un escenario y hacer eso que ellos “critican”, pero carecieron del talento o la constancia para llevarlo a cabo. Este dato, sin embargo, no debería resultar negativo: en mayor o menor medida, todos somos frustrados en algo que quisimos pero no pudimos hacer, y entonces eso nos condujo a donde estamos ahora, a las personas que somos, y a lo que nos dedicamos. Por eso mismo, no deberíamos juzgar tan a la ligera el trabajo de los demás sin haberlo digerido antes. Entiendo el hecho de que tenga que haber críticos musicales porque así lo requiere la prensa musical, y aprecio mucho cuando muestran una actitud de respeto hacia el objeto de su trabajo, concuerde o no con sus gustos personales. Un disco puede ser bueno y no gustarte, y viceversa. Evidentemente, hay muchas maneras de medir la calidad de un trabajo, y su valoración siempre será muy subjetiva. A pesar de ello, conocer el género que se se está tratando ayuda bastante a establecer un baremo adecuado.
Lamentablemente, estos críticos que sólo gustan de canciones “redondas” no van a saber apreciar una buena parte de la música que les llegue, porque, sorprendentemente, no todos los músicos andamos buscando composiciones redondas. A muchos de nosotros nos gustan mucho las esquinas.
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